La piel actúa como un puente entre nuestro entorno y nuestro ser interno, revelando respuestas físicas, mentales y emocionales.
Para cuidarla de mane- ra integral, la meditación ofrece un enfoque simple, aunque impactante. Esta práctica accesible no exige métodos complejos ni horas extensas, más bien requiere disposición para asignar tiempo para conectarse con el momento presente.
Nuestra piel es un objetivo primario de los factores estresantes, que desencadenan o exacerban diversas condiciones. La liberación de neurohormonas, neuropéptidos y neurotransmisores produce aumento en la inflamación, prurito, alteración de la barrera cutánea, disfunción en la reparación de heridas y supresión del sistema inmunitario (¹, ²).
Según la Real Academia Española, la meditación es una contemplación atenta y reflexiva. Es un entrenamiento mental que, con la práctica, revela sus beneficios. La meditación no requiere un tiempo ni un método específico; no se trata de “vaciar la mente”, sino de crear un espacio para la autoconexión. Es un momento para observar pensamientos y emociones, abrazando el presente.
La meditación no necesariamente debe tener una connotación religiosa, mística o de culto. Existen múltiples tipos de técnicas y prácticas, como el mindfulness (atención plena), el yoga, la meditación vipassana, la meditación budista, el taichí, el qigong, entre otras. La elección de cualquiera de estas es personal. Los estudios científicos, especialmente los realizados sobre la atención plena, han crecido exponencialmente y demostrado sus efectos de manera estructural, fisiológica, conductual e incluso genética (2). En el campo de la dermatología, estas intervenciones han sido evaluadas especialmente en enfermedades que tienen un estrecho vínculo psicológico, como la dermatitis atópica, la psoriasis, la tricotilomanía, el acné, la urticaria y la alopecia areata. La meditación complementa el tratamiento y mejora la percepción de la enfermedad y la calidad de vida y atenúa algunos comportamientos potencialmente nocivos, como el rascado (3-6). En cuanto al envejecimiento, estudios en curso exploran el impacto positivo de la meditación en la longitud de los telómeros y la actividad de la telomerasa, marcadores biológicos del envejecimiento y el estrés celular. Los telómeros cortos se relacionan con el estrés y predicen enfermedades relacionadas con la edad. La enzima telomerasa, cuya actividad
también está afectada por el estrés, desempeña un papel importante en el restablecimiento de la longitud de los telómeros (⁴).
En mi experiencia personal, la meditación, como cualquier hábito que queramos cultivar, requiere disposición, dar pequeños pasos de forma consistente que con el tiempo tendrán efectos en el bienestar de nuestra mente y cuerpo. A mis pacientes suelo recomendarla como parte integral de su tratamiento, acompañándola de tres piezas clave: la respiración, que nos ayuda a reforzar la atención y a regular la actividad del sistema nervioso parasimpático; la flexibilidad y la adaptabilidad, como motores para no desfallecer en el intento.
Por supuesto, es importante recalcar que la meditación es un elemento adicional al tratamiento de nuestros pacientes y no reemplaza el tratamiento médico indicado. Aunque hacen falta más estudios de alta calidad y poder que apliquen también a prácticas de ciencia abierta para conocer y profundizar más sobre el impacto de estas técnicas, al final podemos hacer uso de la meditación como un recurso que nos aporta una sensación de alivio, recuperación y calma en medio del ambiente hiperestimulado en el que vivimos, que nos da la sensación de que parar es una pérdida de tiempo.
La meditación no necesariamente debe tener una connotación religiosa, mística o de culto. Existen múltiples tipos de técnicas y prácticas, como el mindfulness (atención plena), el yoga, la meditación vipassana, la meditación budista, el taichí, el qigong, entre otras. La elección de cualquiera de estas es personal. Los estudios científicos, especialmente los realizados sobre la atención plena, han crecido exponencialmente y demostrado sus efectos de manera estructural, fisiológica, conductual e incluso genética (²). En el campo de la dermatología, estas intervenciones han sido evaluadas especialmente en enfermedades que tienen un estrecho vínculo psicológico, como la dermatitis atópica, la psoriasis, la tricotilomanía, el acné, la urticaria y la alopecia areata. La meditación complementa el tratamiento y mejora la percepción de la enfermedad y la calidad de vida y atenúa algunos comportamientos potencialmente nocivos, como el rascado (³-⁶). En cuanto al envejecimiento, estudios en curso exploran el impacto positivo de la meditación en la longitud de los telómeros y la actividad de la telomerasa, marcadores biológicos del envejecimiento y el estrés celular. Los telómeros cortos se relacionan con el estrés y predicen enfermedades relacionadas con la edad. La enzima telomerasa, cuya actividad
Referencias
1. Chen Y, Lyga J. Brain-Skin Connection: Stress, Inflammation and Skin Aging. Inflamm Allergy Drug Targets. 2014;13(3):177-90.
2. Tang Y, Hölzel B, Posner M. The Neuroscience of Mindfulness Meditation. Nat Rev Neurosci. 2015;16(4):213-25.
3. Graubard R, Perez-Sanchez A, Katta R. Stress and skin: an overview of mind body therapies as a treatment strategy in dermatology. Dermatol Pract Concept. 2021;11(4)
4. Bossert L, Arzberger K, Dorok F, Kern J, Stickler C, Wunderlich M, et al. The Effects of Mindfulness-Based Interventions on Telomere Length and Telomerase Activity: A Systematic Review and Meta-Analysis. Mindfulness. 2023;14:495-509.
5. Bartholomew E, Chung M, Yeroushalmi S, Hakimi M, Bhutani T, Liao W. Mindfulness and Meditation for Psoriasis: A Systematic Review. Dermatol Ther (Heidelb). 2022;12(10):2273-83.
6. Shenefelt P. Use of hypnosis, meditation, and biofeedback in dermatology. Clin Dermato